Llegaron las fechas en la que no hay pretexto para no reunirte con tus amigos. Nada de: «es que no tengo a nadie que me cuide a mi bebé», «tengo mucho trabajo», «me duele la cabeza». Nada. Sí, es cierto, tenemos un montón de compromisos y hasta movemos la pancita por un peso para sacar el día, pero eso no quita que debamos dedicarle unos minutos a esos valedores que nos han escuchado y nos han hecho el paro en más de una ocasión.

Pero, seamos sinceros, muchos de ellos son verdaderamente irritantes. No es que no los queramos, pero en ocasiones nos sacan de quicio. Y ni modo, como dice el dicho: los amigos son la familia que elegimos. Así que toca apechugar y aguantarse sus chistecitos

amigos.

En honor a todos ellos, les preparamos un listado para que se los compartan y al menos cachen la indirecta:

Los sincerotes

Te dicen todo sin consideración alguna. Si les preguntas cómo se te ven unos jeans que acabas de comprar, sin pena te dicen que te ves como tamal mal amarrado. No tienen empacho en decirte que esa nueva pareja que te conseguiste está bien gacha. Dicen lo que piensan.

Los gorrones

Ok, es cierto que a la gorra ni quien le corra, pero ellos abusan. Si los invitas a comer a tu casa, jamás te llevan un refresquito. Se apuntan a todos los planes donde haya comida o bebida gratis y se enojan si les dicen que hay que hacer cooperacha.

Luis Miguel

Ellos son el sol. Uno tiene que ajustarse a sus tiempos, ir a donde ellos digan, marcarles por teléfono (porque ellos jamás te marcarán ni te devolverán las llamadas) y escuchar sus maravillosas vidas. El mundo gira en torno a ellos.

Los afectos a la pari loca

O sea, no es que seamos unas ostras aburridas, pero ellos abusan, nomás no tienen llenadera. Te invitan a una reunión el lunes, a tomar unos mezcales el martes, a un cóctel el miércoles, a un antro el jueves, a un rave el viernes y el fin de semana… pfff… no les ves ni el pelo de tanta fiesta que tienen. Posoye, no hay cuerpo ni bolsillo que aguante su paso.

Jo Jo Jorge Falcón

De todo sacan un chiste. De tu mamá, de tu escuela, de tu pareja. A todos les ponen un apodo «cotorro» (según ellos) y a todos quieren sacarles una sonrisa. Suena bien, de no ser porque TODO el tiempo pareciera que está en un show de stand up. 

Los jarritos de Tlaquepaque

Si no los invitas a tu cumple, se ofenden. Si no les dices de una reunión familiar, te reclaman. Si los invitas, pero una vez llegada la madrugada les dices que las visitas tienen sueño, se esponjan. Hasta lo que no comen les indigesta. Hay que tratarlos con pinzas porque de lo contrario se pondrán a llorar.

Los faroles

Te presumen las fotos de sus viajes al extranjero (o a Tejeringo el Chico, pero el punto es presumir). Te muestran la factura del restaurante al que fueron a cenar en Polanco. Y quizá no lo hacen con afán de hacerte sentir menos, pero tienen un chip integrado que los hace alardear de todo lo que han conseguido.

Dory, de Buscando a Nemo

Jamás te felicitan en tu cumpleaños. Si te internan en el hospital, no esperes a que vayan a llevarte una flor. Según ellos tienen pésima memoria, se les olvida el lugar y la hora en la que quedaron para verse e incluso te cambia el nombre constantemente. Ni cómo ayudarlos.

Los ositos cariñositos

Todo en su vida es rosa. Te abrazan todo el tiempo, te entregan cartitas con corazones y perfume para agradecerte algo que hiciste por ellos. Postean en Facebook frases motivacionales y le dan la bienvenida a TODOS los meses con una frase como: «¡arrancamos diciembre con Toño!». Uno de sus lemas es: piensa como alguien feliz y serás feliz.

Los de la vida perfecta

Lucen cuerpos esculturales (y comen como Niño Dios, pero nomás no engordan); tienen chambas en las que ganan una lanota por trabajar dos horas al día; sus parejas son guapérrimas e inteligentísimas. Y ni qué decir de las naves que manejan: unos carrazos último modelo. Tienen todo lo que uno quisiera tener.